La idea de los campamentos nació el año 1992, desarrollándose el primero de estos los días 28 y 29 de marzo cerca de la ermita de San Benito y bajo el lema I Retiro de Jóvenes de Vera-Cruz. Desde el primer momento se tuvo claro que esos días en la naturaleza y entre amigos, tenían como principal objetivo acercar a los miembros del Grupo Joven a través del intercambio de experiencias, opiniones, sentimientos, juegos, etc. Todo encuentro entre personas lleva a la convivencia, y esa convivencia significa dar a los que te rodean y recibir de ellos el potencial cultural, humano y religioso del que estamos formados.
Desde aquel primer retiro esta actividad ha pasado por diversas etapas y lo que comenzó siendo una convivencia en hermandad de una veintena de jóvenes inquietos se convirtió en pocos años no sólo en la acción más numerosa de cuantas realiza la juventud crucera; el Campamento es algo más, es un sentimiento vivo que ha ido madurando con el paso de los años, creciendo en objetivos y participación, pero además renaciendo con cada nueva experiencia, adaptándose a los problemas, las inquietudes y las necesidades de los cruceros de hoy, puesto que son ellos el único y último sentido de esta gratificante labor.
No podemos ni debemos ignorar los cambios que se producen a nuestro alrededor. Los jóvenes de hoy no son los de antes, es por ello que el Campamento se encuentra en un continuo proceso de adaptación, y con él, su grupo de monitores está obligado a renovarse permanentemente; como de hecho viene haciendo, pues desde aquel fructífero año 94 en el que los primeros animadores comenzaron su formación muchos han sido los campos en los que se ha trabajado, reforzando conocimientos, descubriendo motivaciones y creando, en definitiva, unas líneas claras a seguir en este nuestro Campamento Vera-Cruz.
Así, con el respaldo de todos los que asistieron a aquellos primeros campamentos, que resaltaron los momentos de oración, formación y convivencia como los más provechosos de aquellos días en la naturaleza, se pusieron en marcha los grupos de formación. Fue esta una de las actividades más ambiciosas de nuestra hermandad que ha sido recuperada en la actualidad.
El campamento ha evolucionado mucho desde aquellos primeros retiros en que se reunían alrededor del fuego y dormían en tiendas de campaña. En la actualidad disponemos de todas las comodidades (cocina, comedor, barracones para dormir en camas y no en tiendas de campaña sobre el suelo - algo que a veces se ella de menos -, duchas, piscina, etc.), pero la filosofía con la que nació sigue siendo la misma después de tantos campamentos, y no es otra que HACER HERMANDAD.
Así, de la mano de la actual Diputación de Formación y Juventud llegamos a hoy día: esta, perfectamente estructurada desde el inicio de andadura de la nueva Junta de Oficiales, emprendió el reto de formar como cristianos -y como mejores personas- a todos y cada uno de los segmentos de edad de los hermanos, incluyendo la formación reglada de nuestro grupo de monitores. El crecimiento más notable de sus proyectos viene de la mano, de nuevo, del Campamento Vera-Cruz. Rompiendo fronteras geográficas y segmentando en un nuevo reparto de edades cada turno, se inició el magno propósito del Campaventura: un nuevo turno que incluyera a los jóvenes con una veintena de edad para desarrollar nuevas capacidades formativas y sociales, en las mejores localizaciones naturales y con la audacia de celebrar una Santa Misa de Hermandad en cada centro de devoción peninsular, recordándonos la maravillosa experiencia en Santiago de Compostela al cumplirse XXV ediciones de esta suerte de proyecto. De hecho, la Diputación de Juventud y Formación ha visto cumplido sus objetivos con creces, pues en los cuatro turnos programados ha alcanzado la exuberante cifra de 300 campistas, además de lograr, en cada retiro espiritual preparado para el tiempo de Adviento y Cuaresma, una participación fiel al reflejo de una Hermandad despierta y consecuente con las necesidades de una entidad religiosa del siglo XXI.
Tratamos pues de guiar a nuestros jóvenes (y en el tercer turno, a los adultos) en su crecimiento personal; ayudarles, a través de la convivencia diaria, a descubrir la importancia real de esas grandes palabras que quizá puedan sonarles a hueco, por tantas veces repetidas, pero que deben ser pilares fundamentales en sus vidas. Esos valores que ni se ponen ni pasan de moda - aunque a veces nos lo pueda parecer- simplemente porque en ellos se refleja la esencia misma de la condición humana: solidaridad, responsabilidad.